¿Por qué no se come carne en Semana Santa?
La Cuaresma precede a la Semana Santa y uno de los preceptos establecidos en este período es el que hace referencia a no comer carne durante los días de vigilia, que incluyen Viernes Santo.
No es una Semana Santa cualquiera. En medio de una pandemia mundial que se alarga más de un año, continúan las restricciones y la celebración de esta celebración cristiana se ha visto deslucida. Aunque sí existen tradiciones que el coronavirus no puede alterar.
Una de ellas el la que se refiere al precepto eclesiástico que impide comer carne a los católicos. Pero se trata de una restricción con más recorrido y directamente relacionada con la Cuaresma, que es el tiempo litúrgico que precede a la Semana Santa. Ese período inicia el Miercoles de Ceniza y el Jueves Santo.
Para la Iglesia, la Cuaresma, cuya duración es de 40 días aproximadamente, es un tiempo de preparación y purificación, y actualmente se se rige por las indicaciones del Concilio Vaticano II de 1966, que curiosamente se inició bajo el pontificado de Juan XXIII en 1962 aunque fue Pablo VI el que presidió las tres fases restantes del mimso por el fallecimeinto del primero.
¿Cuál es el origen?
El origen de ayunar y de no comer carne durante estos días es una acción de penitencia que se remonta al siglo II y tiene un significado de purificación entre los cristianos, que toman como referencia los sacrificios de figuras como Jesús, que practicó el ayuno durante 40 días en el desierto antes de su misión pública. Aunque son muchas las referencias bíblicas que también destacan el simboismo de esa cifra.
En cualquier caso, el hecho de no comer se produce carne durante los días de vigilia, que en este caso son el Miércoles de Ceniza y todos los viernes de Cuaresma. También se incluye el Viernes Santo como día de vigilia por lo que la tradición cristiana dicta que también en esa fecha se debe parcticar el ayuno y abstinencia.
“Ayunar es saber renunciar a las cosas vanas, inútiles, a lo superfluo, para ir a lo esencial. Es buscar la belleza de una vida más sencilla”, asegura el Papa Francisco, al que sin duda le ha tocado vivir probablemente la Semana Santa más complicada de cuantas se recuerdan.